El rover está equipado con un taladro de 2 metros que le permite buscar señales de vida bajo la superficie de Marte.Crédito: Aaron Chown/PA/Alamy

El futuro de un programa de 1.300 millones de euros (1.400 millones de dólares) para explorar Marte ha quedado en entredicho por la invasión rusa de Ucrania, después de que la Agencia Espacial Europea (ESA) dijera que el lanzamiento de su rover este año es ahora "muy improbable".

El plan de enviar un rover a Marte es la segunda parte de la misión conjunta ExoMars entre la ESA y la agencia espacial rusa Roscosmos. Estaba previsto que el rover despegara en un cohete ruso desde Baikonur (Kazajistán) en septiembre.

Tras una reunión de los Estados miembros de la ESA, la organización declaró el 28 de febrero que las sanciones económicas impuestas por los países occidentales a Rusia y el contexto más amplio de la guerra han hecho improbable el lanzamiento en 2022. El director general de la ESA, Josef Aschbacher, analizará ahora las posibles opciones para el avance de la misión.

El objetivo de ExoMars es entregar el primer rover marciano de Rusia y Europa, llamado Rosalind Franklin. Está equipado con un taladro diseñado para detectar cualquier signo de vida orgánica enterrada en las profundidades de la superficie. Esta es la tercera vez que la misión se pospone desde su lanzamiento original previsto para 2018. Cada retraso conlleva unos costes crecientes.

Doloroso retrasoEn su comunicado anunciando el probable retraso, la ESA dijo que deploraba "las víctimas humanas y las trágicas consecuencias de la guerra en Ucrania", y que sus decisiones tienen en cuenta no sólo su plantilla sino los valores europeos.

No hacer volar el rover ExoMars en un cohete ruso es "lo moralmente correcto", dice Paul Byrne, científico planetario de la Universidad de Washington en San Luis, Missouri, que no participa en la misión. Pero para la comunidad científica planetaria, el retraso será "doloroso", dice. La próxima oportunidad de lanzamiento será en noviembre de 2024, añade. "Es mucho tiempo de espera para los científicos que ya han trabajado en esta misión durante casi una década". Los investigadores que inician su carrera y que dependen de sus datos se verán especialmente afectados.

Para continuar la misión, los científicos podrían tener que adaptarla para que vuele en otro cohete. Si surgen dificultades allí, "entonces quizás el proyecto en general se enfrente a la cancelación", añade Byrne. "Una cancelación sería un golpe para el programa de exploración planetaria de la ESA, que por otra parte está devolviendo increíbles hallazgos sobre nuestro Sistema Solar".

"Si no se lanza este año, no se lanzará nunca", dice Lev Zelenyi, asesor científico y ex presidente del Instituto de Investigación Espacial de la Academia Rusa de Ciencias en Moscú, y miembro de la misión. Zelenyi dice que entiende las motivaciones de la ESA, pero cree que es una decisión equivocada. "Se desperdiciarán tremendos esfuerzos de científicos, ingenieros y técnicos de muchos países europeos, por no hablar de los rusos".

Sería difícil para la ESA eliminar a Rusia por completo del proyecto. Aunque en teoría Europa ha fabricado el rover y Rusia su módulo de descenso y la plataforma de aterrizaje, no existe "una línea limpia" entre las responsabilidades de ambos equipos, según declaró a Nature en 2016 el científico del proyecto de la ESA Jorge Vago.

"ExoMars 2022 tiene una complejidad sin precedentes en términos de interfaces", añade Oleg Korablev, miembro de la colaboración ExoMars en el Instituto de Investigación Espacial. Adaptar la nave para utilizar un dispositivo de aterrizaje de la NASA llevaría más de dos años, añade.

La ESA y Roscosmos ya colaboran en el Trace Gas Orbiter (TGO), la primera parte de la misión, que alcanzó la órbita marciana en 2016. El TGO está diseñado no solo para estudiar la atmósfera de Marte, sino también para actuar como estación de relevo para el rover. Un portavoz de la ESA no pudo decir cuál será el impacto de la situación en las operaciones del TGO.

Colaboraciones afectadas

La guerra en Ucrania y las sanciones contra Rusia ya han afectado a otras colaboraciones en materia de ciencia espacial. El 26 de febrero, Roscosmos retiró a su personal del principal puerto espacial de la ESA en Kourou (Guayana Francesa), lo que supuso el cese de los lanzamientos con cohetes rusos Soyuz, que la ESA utiliza para lanzamientos de tamaño medio, incluidos los satélites de su sistema de navegación Galileo. La ESA dice que evaluará si las próximas cargas útiles pueden ser lanzadas en otros cohetes como Vega-C o Ariane 6, que están preparados para volar por primera vez a finales de este año.

Las sanciones también podrían afectar a las próximas misiones lunares de Roscosmos. La ESA tiene previsto aportar una cámara de aterrizaje a Luna-25, cuyo lanzamiento está previsto para julio, y un sistema de navegación, un taladro y un minilaboratorio para Luna-27, diseñado para estudiar la composición del suelo cerca del polo sur lunar. Un portavoz de la ESA no quiso comentar cómo podría afectar el conflicto a estos planes.

Como los países siguen cerrando las colaboraciones de investigación con Rusia, podría producirse una nueva división en la exploración espacial entre las naciones occidentales y una colaboración entre China y Rusia. En un discurso en YouTube el 26 de febrero, el director general de Roscosmos, Dmitry Rogozin, anunció que, ante las sanciones, Rusia comprará a China toda la microelectrónica que necesite para las naves espaciales.

Ambos países tienen previsto colaborar en una serie de proyectos futuros, incluida la construcción de una base humana en la Luna, según el plan quinquenal de China para el espacio.

Roscosmos ha anunciado "un visto bueno total" a las colaboraciones con China, dice Korbalev, y los científicos del instituto ya están trabajando en un instrumento para una misión china a un asteroide. "Aun así, la cooperación científica tarda años y decenas de años en establecerse", afirma, y el efecto del conflicto y las sanciones sobre la cooperación científica es "enorme".


Crédito: Nature

Doi: https://doi.org/10.1038/d41586-022-00608-3